Dulcinea es una venezolana, nacida en Maracay, estado Aragua, que tiene ya 6 años ejerciendo la ingeniera en Perú. En un mundo que se precia de avanzar hacia la igualdad, Dulcinea, se enfrenta cada día a una realidad donde el machismo aún persiste. A pesar de la euforia del feminismo que ha marcado la última década, el sector laboral en el que se desenvuelve sigue minimizando las capacidades de las mujeres. Dulcinea ha aprendido que, para ganarse el respeto y liderar, a menudo ha tenido que adoptar actitudes que tradicionalmente se asocian con la masculinidad. “He tenido que luchar en un ámbito laboral que aún minimiza las capacidades de una mujer; lo que me ha llevado a tomar aptitudes algo masculinas para impartir respeto y directriz,” comparte con un tono firme.
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Sin embargo, debajo de la apariencia de una jefa implacable y segura, se esconde una faceta de Dulcinea que pocos conocen. “Me encanta llevar lencería debajo de mi ropa porque me recuerda lo sexy y caliente que soy, me recuerda cómo tengo la capacidad de poner a un hombre a mis pies y llevarlo a lo más profundo del placer y el erotismo,“ confiesa sin rodeos. Esta dualidad en su personalidad, donde combina la fuerza de su carácter con un lado profundamente sensual, revela su capacidad de dominar tanto en el terreno profesional como en el personal.
Lo irónico es que, en ese mundo dominado por hombres, lo que más abunda son aquellos que desean ser dominados y sometidos a sus deseos. “Hombres que no tienen idea de mis más oscuros deseos ni de lo que llevo debajo del uniforme, y es que la lencería que uso esconde los deseos más lujuriosos de dominación y jerarquía,“ dice con una sonrisa enigmática.
Para Dulcinea, la lencería no es solo una prenda, sino un recordatorio constante de su poder y sensualidad. Es una herramienta que le permite conectar con su lado más íntimo y seductor, recordándole cada día que, aunque su mundo esté lleno de desafíos, su esencia permanece intacta y fuerte. “Pero ese mundo de hombres dominantes… lo que sobra son hombres que quieren ser dominados y sometidos a mis deseos,” dice, revelando la complejidad de una mujer que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo.
Dulcinea es un ejemplo vivo de que la fortaleza y la sensualidad no están en conflicto; más bien, se complementan y se potencian mutuamente, permitiéndole ser la mujer que siempre ha querido ser: poderosa, dominante, y seductoramente irresistible.
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